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            «Imaginaos la impresión que os causaría ver una cabeza andante. Apuesto a que habéis sentido que un escalofrío os recorría el cuerpo; pues eso mismo fue lo que me sucedió a mí cuando vi por primera vez a un culingo.

Estaba bebiendo un delicioso refresco de grosella cuando, de pronto, apareció junto a mí una gigantesca cabeza con pies. Salvo por su tamaño –me llegaba más allá de la cintura–, la cabeza era bastante corriente: tenía un par de ojos y orejas, una nariz chata, una boca de labios gruesos y una melenita rubia muy bien cuidada. Por lo que pude averiguar después, los culingos son expertos peluqueros que dedican horas a arreglarse el pelo y a hacerse peinados de lo más variopintos. Todos ellos sienten igual devoción por su cabello, y pueden llevarlo como más les guste sin importar si son del sexo masculino o femenino. Pero sigamos con la descripción. El extraño ser que tenía a mi lado no tenía cuello ni tobillos, por lo que la cabeza se unía directamente a los pies, que eran grandes y planos…». El mundo mágico de Pía. María Forero.

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